miércoles, 25 de diciembre de 2013

LOS ALEGRES SOVIETS

Una de mis última aportaciones a la aventura de El Erizo Abierto.


Aunque perteneciente a la edición del muy reciente octavo Erizo (Erizo20), el colorido de las ilustraciones nos obliga a colocarlo en este blog, ya que la edición en papel nos obligó a su reproducción en blanco y negro. Tropezamos en la web con esta pequeña joya soviética, y metimos las imágenes -no muy cuidadas- en nuestro taller para restaurarlas. Aquí tenéis LOS ALEGRES SOVIETS.



lunes, 23 de diciembre de 2013

ITALO CALVINO: SOBRE EL ABORTO

Carta del escritor italiano Italo Calvino sobre el aborto.



Cuando la segunda ola de feminismo se encontraba en su momento de plenitud, en 1975, el escritor Italo Calvino envió una carta al intelectual Claudio Magris, como respuesta a su artículo en contra del aborto llamado “The Deluded”, publicado en el periódico italiano Corriere della sera.

A continuación las palabras de Calvino:


Traer a un niño al mundo tiene sentido sólo si el niño es deseado consciente y libremente por sus padres. Si no, se trata simplemente de comportamiento animal y criminal. Un ser humano se convierte en humano no sólo por la convergencia causal de ciertas condiciones biológicas, sino a través del acto de voluntad y amor de otras personas. Si este no es el caso, la humanidad se vuelve —lo cual ya ocurre— no más que una madriguera de conejos. Una madriguera no libre sino constreñida a las condiciones de artificialidad en las que existe, con luz artificial y alimentos químicos.


Sólo aquellas personas que están 100% convencidas de poseer la capacidad moral y física no sólo de mantener a un hijo sino de acogerlo y amarlo, tienen derecho a procrear. Si no es el caso, deben primeramente hacer todo lo posible para no concebir y si conciben, el aborto no representa sólo una triste necesidad sino una decisión altamente moral que debe ser tomada con completa libertad de conciencia. No entiendo cómo puedes asociar la idea del aborto con el concepto de hedonismo o de la buena vida. El aborto es un hecho espeluznante.


En el aborto la persona que es vulnerada física y moralmente es la mujer. También para cualquier hombre con conciencia cada aborto es dilema moral que deja una marca, pero ciertamente aquí el destino de una mujer se encuentra en una situación desproporcionada de desigualdad con el hombre, que cada hombre debería morderse la lengua tres veces antes de hablar de estas cosas. Justo en el momento en que intentamos hacer menos bárbara una situación en la cual la mujer está verdaderamente aterrada, un intelectual usa su autoridad para que esa mujer permanezca en este infierno. Déjame decirte que eres verdaderamente responsable, por decir lo mínimo. Yo no me burlaría tanto de las “medidas de higiene profiláctica”, ciertamente nunca te has sometido a rasgarte el vientre. Pero me encantaría ver tu cara si te forzaran a una operación en la mugre y sin los recursos que hay en los hospitales.


Lamento que tal divergencia de opiniones en estas cuestiones éticas básicas haya interrumpido nuestra amistad.



(extraído de http://www.mamanatural.com.mx)

viernes, 6 de diciembre de 2013

CASTRADOS

Entonces Gea le entregó una hoz de acero muy afilada y cuando al llegar la noche, Urano se acercó a Gea y la envolvió por todas partes, Crono cortó de un solo golpe los testículos de su padre y los arrojó detrás de él.
Pierre Grimal

El noble Pedro Abelardo, tras dejar encinta a su bella discípula Eloísa, recibió la visita más lamentable. El tío de Eloísa, feroz canónigo llamado Fulberto, mandó a sus sicarios para que castraran al famoso teólogo. Ello hizo que no dudase Abelardo en tomar los hábitos y recibir la tonsura, para redimir así el nefando pecado cometido cuyo castigo divino tuvo en la espada de Fulberto su instrumento. Era en el París del siglo XII. Pero no era Pedro Abelardo el primer castrado insigne. Ya lo fueron, Narsete, general de Justiniano, el exégeta Orígenes y el mismísimo Urano, abuelo de los dioses.


La castración fue asumida desde tiempo inmemorial como uno de los más graves castigos ejercibles. No sólo utilizable sobre los prisioneros de guerra, sino como privilegio concedido al marido que sorprendiese a hombre ajeno en lecho propio y copulando con su esposa legítima. Así lo refiere Covarrubias:

Privadamente la hacía el hombre casado, satisfaciéndose del que le había puesto el cuerno con su mujer, si no lo quería matar.

Y de la misma manera amenaza Marcial a un jovenzuelo presto a gozar con casadas:

Serán gentes armadas por la esposa del tribuno, pequeño Hyle,
y el suplicio será tal, que debes temer como un niño.
Ay tú, que todavía juegas, de castrar me dices ahora
que no es lícito: ¿el qué? lo que tú haces, Hyle, ¿sí está permitido?

Pero la amputación de las glándulas genitales -ya sean testículos, clítoris, ovarios- causa distintos efectos según sea el momento de su ejercicio. La castración prepuberal frena generalmente el proceso hormonal. Así, en el hombre suelen quedar los caracteres sexuales fijos: el pene mengua su desarrollo, la pilosidad decrece, se tiende a la obesidad, el ensanchamiento de las caderas, la voluminosidad de las nalgas, la ausencia de caracteres secundarios, el timbre de voz se atipla, la esperanza de vida se establece alrededor de los cuarenta y cinco años y se posee un prematuro aspecto anciano. La castración realizada en adultos permite mantener una apariencia de virilidad. Vallejo-Nágera distingue al menos tres tipos de castrados masculinos: un tipo femenino y desproporcionado; otro alto y de grandes extremidades; y un tercero apenas deforme. Dependiendo de la gravedad de la castración, puede el capón mantener erecciones. En la mujer, era común en la época dorada musulmana la extirpación del clítoris (ablación) para evitar el placer, así se aseguraban los maridos desconfiados el goce unilateral y reprimían (o así lo creían) la posibilidad del adulterio. Algunos autores de la época justifican la ablación con fines terapeúticos, en aquellas mujeres afectadas de hipertrofia (así refiere un cirujano cordobés del siglo décimo que habla de mujeres dotadas de un clítoris descomunal que en erección semejaba un pene y eran capaces de copular con él). Aún se practica esta costumbre en algunos países musulmanes al cumplir la niña nueve años. En Europa era usual para sanar a las muchachas enfermas de hipermasturbación. Covarrubias refiere la introducción de la ablación a un tal Andrómito, rey de Lidia, para mayor vicio y continuo uso dellas.... Pero es a Semíramis, la reina asiria fundadora de Babilonia, a quien la leyenda atribuye esta práctica.


La castración ha sido fruto de distintas motivaciones. Desde el sacrificio (para acceder a altos cargos en la corte egipcia, sectas de sacerdotes, o para mantenerse en una castidad inevitable) y el castigo (los guerreros cristianos hechos prisioneros en al-Andalus terminaban como guardianes del harén especializados en servicios domésticos, felaciones y cunilingus), hasta cierta castración voluntaria relacionada con dos aspectos fundamentales: el cambio de sexo y la tradición afeminada en el teatro y el canto. Al-Andalus fue especialista en operaciones de cambio de sexo y mantenía verdaderas factorías de castrados en las cercanías de Almería, según refiere Eslava Galán. Éste toma de al Muqaddasi la narración de una operación:

Se le cortaba el pene de un tajo, sobre un madero. Después se le hendían las bolsas y se les sacaban los testículos (...). Pero a veces el testículo más pequeño escapaba hacia el vientre y no se extirpaba, por lo que éstos tenían después apetito sexual, les salía barba y eyaculaban (...). Para que cicatrizara la herida se les ponía durante unos días un tubo de plomo por el que evacuaban la orina.

En cuanto a la costumbre de conseguir voces atipladas, en aquellos niños que despuntaban en facultades para el canto, se realizaba la castración para lograr un timbre de voz agudo y potente. Se dio sobre todo en Italia y España, siendo sus finalidades los coros de la Capilla Sixtina del Vaticano y el de los Seises de la Catedral de Sevilla. Así conservaban voces de contralto y soprano capaces de registros portentosos que podían abarcar tres escalas y media. Ya en el año 325, el Primer Concilio de Nicea prohibió la castración, como lo había hecho la Lege Corneliae de Domiciano, al extenderse el negocio de los pueri delicati (niños castrados para su uso en gineceos). Sería León XIII (1877-1903) quien prohibiese la utilización de castrados en el Vaticano. Moreschi uno de los últimos castrati murió en 1922.

La castración ha tenido varias formas de ejecución. Desde la extirpación radical referida por al Muqaddasi, al maznamiento (estrujamiento o quemazón) que describe Covarrubias, el cual consistía en el desmenuzamiento manual de los testículos. O las castraciones accidentales que aparecen en las Partidas de Alfonso X, donde también es definida la castración: los que pierden por alguna ocasión que les aviene, aquellos miembros que son menester para engendrar: así como si alguno saltase algún seto de palos, que trabase en ellos, y que los rompiese; o que se los arrebatase algún oso, o puerco, o can, o que se los cortase algún hombre, o que se los sacase, o por otra manera cualquiera los perdiese. Para finalizar, la castración ha sido también uso propio del masoquismo, o la febrilidad religiosa extrema: los hijras hindúes se vestían con ropas de mujer y reclutaban niños para su correspondiente castra; la secta de los Skoptzys rusos se castraban para así no pecar contra el sexto mandamiento y hacer uso indebido de su cuerpo. Posiblemente ello se deduzca de un pasaje del Nuevo Testamento (Mateo, 19,12): Et sunt eunnuchi, qui se pisos castraverunt propter regnum coelorum. Hay eunucos que se castraron por el reino de los cielos.

Alfonso Salazar

BIBLIOGRAFIA
Historia secreta del sexo en España. Juan Eslava Galán. Ed. Temas de Hoy SA. Madrid,1991.
Enciclopedia del Erotismo. Camilo José Cela, Ed. Destino SA. Barcelona,1990.
Una de legislación comparada. Inocencio Albo Sañudo. Revista Noviembre nº 8. Oviedo,1992.
La Santa Biblia. AAVV. Ed. Paulinas. Madrid, 1979.
Pequeños epigramas latinos versionados. Ausonio de Oviedo. Ed. Vértigo, 1995.