lunes, 29 de julio de 2013

LA CONCORDIA

Un poema que me dedicó Juan Carlos Friebe, amigo y poeta. Le debo uno, pero no tengo sus habilidades...

La concordia

                                   Para Alfonso Salazar,
                                    para quien siempre tendré un rodal en el corazón.

Sabes, porque supiste el mar, a mar,
y a camarones en el cucurucho,
y a salitre de barrio desgarbado,
y a algo de una pena grave y niña
de nubes que arruinaban tus arenas.
Sabes, porque eras mar, y a la deriva,
de ese rumbo imprevisto del silencio
que un aire revoltoso convertía
en raros montoncitos de palabras
con sus formas de concha y de amuleto
que aún no comprendías para qué,
como si para ti, no siendo tuyos,
destellos en el agua translucieran
vivas formas, brillantes piedrecillas,
nacarados guijarros, peces de colorines.
Sabes, y sé que sabes que no veo
al niño que eras en el hombre que eres
que no se sale siempre con sus trece,
en esto de la vida, pero casi,
mas siempre con su dulce erre que erre
de alzar castillos contra la resaca,
churretes de alquitrán entre las manos
los pies descalzos de barca en faena.
Sabes, porque tenías que saberlo,
que cuando un niño mira sin envidia,
cómo otro niño juega con su arena
en el mismo roal, junto la orilla,
si socavaran las olas las fosos,
si la lluvia arruinara las almenas,
iría con rastrillo, cubo y pala,
las dos Españas con el culo mojado
a apuntalar contigo, torpemente,

lo improbable.


                                   Quizá un poema.

jueves, 18 de julio de 2013

GRANDES INVENTOS

Podrá discutirse la utilidad o la inutilidad de esta Máquina. Pero lo único cierto es que el discurso de lo útil y lo inútil no pertenece a la literatura. Otros dirán al Arte. No es necesario, ni procedente.

Visiten la Increíble Máquina Aforística de Ginés Cutillas, y disfruten de la combinación de sustantivos y adjetivos. Pueden hacerle un hueco en twitter.




viernes, 12 de julio de 2013

GRANADA: SOBRE LA AMISTAD Y LA ESTUPIDEZ

Como hay leyendas urbanas, hay leyendas que germinan en los clanes literarios, que no dejan de ser reuniones de amigos. Granada es una ciudad proclive al cainismo, que si bien es cosa de hermanos, abunda más entre los amigos de las pasiones. No conozco mucho de otras ciudades -lo reconozco, no sé cómo se trata esto en Zaragoza o La Coruña, es un poner-, pero oigo a veces, en voz de personas convencidas, que los granadinos deberían viajar más. Y como colofón, el otro día escuché como lapidaria frase: "Almuñécar (la ciudad de costa donde suelen ir los granadinos de posibles) ha hecho mucho daño a Granada". Puede ser: Granada es el ombligo de su mundo y Almuñécar su ombligo de verano.

Viajar más, ay, es la vacuna. Pareciera. Conozco a gente y  amigos que vinieron a Granada para tres días y han pasado treinta años. Aquí siguen. No creo que ese tombeur amoureux lo den las ciudades: ni sus ruinas ni sus monumentos bien gestionados, ni la belleza transitoria de sus calles, ni siquiera el momento de feliz placidez de una plaza en belleza activa cultural. Ni siquiera quienes la habitan. Lo debe dar el momento de felicidad, la edad psicológica, la decisión y el encierro.

Dudo sinceramente si ese enamoramiento lo dan sus gentes. No deben ser mejores ni peores que otros: ni siquera esa manera de amarse sin decirlo, de respetar, mantener la distancia y agradecerte que seas huésped. He de reconocer que llegué a esta ciudad hace muchísimos años, que me crié en uno de sus barrios limítrofes y que me dieron de todo: la estopa de la indiferencia, la esponja suave de la amistad. También reconozco que desde que llegué a esta ciudad soy incapaz de pedir un favor. Pienso que todo es deuda: entrar en una tienda y no comprar nada es un insulto. Una devoción granadina es el Señor de los Favores.

Viene este post al hilo de una pintada. Javier Egea fue mi maestro en muchas cosas, y casi nunca he contado en qué. Desde su muerte a esta parte se ha intentado en la ciudad crear una alta pared entre Javier y algunos de sus amigos. Especialmente con Luis García Montero. He de decir que entre Luis y yo, por lo que me toca en este texto, hay muy buenos amigos comunes. Uno de esos amigos comunes era Javier Egea. En el camino de la Fuente del Avellano, tan granadina, hay pintadas que acusan a Luis de la muerte de Javier. Estupidez. Estupidez sobre amistad.

Granada no es el símbolo de nada, excepto para aquellos que ven en su ciudad algo más allá que su ciudad misma. Una ciudad, o un concepto (vaya usted a saber) que termina exigiendo más de lo que da. La amistad debe ser como la mujer del César, porque a la mínima te pueden acusar del asesinato de un amigo o la muerte de una amistad. No se trata de política, sino de estupidez.

Cansa a veces vivir en Granada: hay un síndrome con explicación psicológica para la belleza. Puede consolar la hermosura quieta y transitoria de sus paredes agrietadas, solemnes. Toda cultura pasa. Poco queda. Granada fusila desde la rabia las amistades. Dice la pintada que Luis mató a Javier. Es un síntoma.


sábado, 6 de julio de 2013

EL SEÑOR DE ALMURADIEL




Cuando un tipo del sureste viaja hacia Madrid, el autocar para en Almuradiel. En realidad no visita Almuradiel, sino un par de zonas de servicio con máquinas de galletas y chucherías, patatas fritas y barra con bocadillos inmediatos de jamón y referesco de cola en lata. ¿Quién puede sacar algo en claro de una parada de compromiso en Almuradiel? Tiene nombre y se llama Alejandro Pedregosa.

Alejandro paró un mes de mayo de 2011 en Almuradiel, incluso contra su voluntad. Allí observó la fauna nuestra. Todos los escritores observan fauna y flora. En Madrid se había montado entonces lo que la historia y la wikipedia llaman Movimiento 15M. Un señor miraba la televisión, y comentaba en alta voz su opinión sobre aquella manifestación que se mantuvo días y días. El señor en cuestión, a quien creo que Alejandro y todos sus lectores le tienen que estar agradecidos, dio el pie de una novela. Como en las obras de teatro, la frase más oportuna avivó el escritor: el actor secundario  dio voz al principal.

Así nació “A pleno Sol”, donde el subtítulo (“despierta y ponte a soñar”) nos colocará en la situación. Alejandro ha construido una novela en abanico, donde la trama sucede del presente hacia el pasado y se intercala del presente hacia el futuro. O al revés. Como la escalera de un pintor de brocha gorda, donde el rellano de madera superior tiene una bajada y una subida, o viceversa. Como una escalera ante un espejo.

Las mejores novelas son la que empiezan a hablar al lector cuando se ha cerrado el libro. Yo terminé hace mes y pico “A pleno Sol”, y sigo con Chucho, Daniela, Vigo, Teresa, Jon... en la memoria. Algo debe tener lo bien hecho cuando las páginas devoradas dejan huella.

Reconozco que tuve el honor de presentar esta novela en Granada, donde más de cien personas arroparon a Alejandro en un hermoso ejercicio de sintonía y solidaridad literaria. Reconozco que me hice adicto a esa forma de contar las desgracias comunes, las alegrías de plaza tomada, las visitas al Museo del Prado, los desayunos de cortado, las casas añejas, los vestíbulos de casas que fueron aristócratas, los árboles en un porche sin ínfulas, el paso cansado de los mercados, la pena en un diario adolescente. Reconozco que no puedo ser objetivo y neutral, porque disfruté y soy apóstol de la literatura  que nos hace ser mejores porque nos lo pasamos bien leyendo. Me acuso de envidiar a Alejandro como autor. Y me congratulo de coincidir con él en planteamientos literarios, en temas de barrios y gente sencilla, en hacer la novela negra un reflejo de la vida donde se reúnen todos los colores, y como en la paleta del pintor, de tanta mezcla, todo es negro, pero sabremos diferenciar los tonos si sabemos desmenuzar el proceso.

Leer fácil, escribir fácil, es la cosa más difícil que existe.

El señor de Almuradiel, a quien tanto debemos, nunca despertó ni se puso a soñar. Al contrario que los dinosaurios.


(Fotografía de Chema Madoz, colgada por la cara)