sábado, 28 de noviembre de 2009

RUEDA DE RECONOCIMIENTO, 2


De izquierda a derecha: Australopithecus, Homo Habilis, Homo Erectus, Homo Heidelbergensis, Homo Neanderthalensis y Homo Sapiens

jueves, 26 de noviembre de 2009

RUEDA DE RECONOCIMIENTO

De izquierda a derecha: Homo Habilis, Homo Sapiens, Homo Floresiensis, Homo Erectus, Paranthropus Boisei, Homo Heidelbergensis y Homo Neanderthalensis

miércoles, 25 de noviembre de 2009

domingo, 22 de noviembre de 2009

PULSO HERIDO QUE SONDA LAS COSAS DEL OTRO LADO


Dice la leyenda que en una exposición parisina de Picasso, allá por los principios de los años 20 del siglo 20, entró una señora en la galería, posiblemente una coleccionista, que tras ver los cuadros se dirigió al galerista y le dijo: "Esta pintura no me gusta nada, no la entiendo". Pablo Ruiz Picasso, que andaba por allí, se volvió hacia ella y le preguntó: "Señora, ¿le gusta a usted el jamón?". A lo que respondió la señora: "Claro que me gusta". Picasso le replicó: "¿Y entiende usted el jamón?".
La poesía, como el jamón, no precisa de explicaciones ni entendimientos. A esa conclusión me llevó el impresionante Poeta en Nueva York. Cuando lo leía con escasos doce años, no entendía nada. Pero me gustaba. Es más, quizá sigo sin entenderlo, pero me sigue gustando.
La poesía visual, como el jamón, tampoco precisa de explicaciones. Gusta o no gusta. Esta pieza se explica a sí misma: un fonendo sonda un verso sobre un poema de Poeta en Nueva York, Poema doble del lago Edem, sobre el verso "pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado" en una reproducción de la edición de Aguilar Quinta Edición Aumentada de 1963. Eso sí, una página vuelta del revés -excepto el verso en cuestión. Esto es: todo del otro lado, menos el otro lado.
Alfonso Salazar


El próximo viernes 27 de noviembre de 2009, a las 20:00 hs Alfonso Salazar donará, en el marco de los actos "Disfraces de noviembre", a la Casa Museo de Federico García Lorca de Fuente Vaqueros el objeto poémico "Pulso herido que sonda las cosas del otro lado", perteneciente a su colección de poesía visual.
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sábado, 21 de noviembre de 2009

LOS TRAPECISTAS SOLOS



Soledades Eternas.
Homenaje a Javier Egea. Ateneo de Granada.

Trasnoches poéticos
Bajo el título de "Los trapecistas solos" se celebrarán, desde el miércoles hasta el viernes, lecturas poéticas en bares de la ciudad. Además, cada autor leerá un breve texto sobre Javier Egea. Estos actos serán coordinados por la Asociación Cultural del Diente de Oro.

Los trapecistas solos, 3 . Viernes 20 de noviembre 2009
Café-bar LaTertulia. 22:00 horas
Participan: Ramón Repiso, Alfonso Salazar, Rubén Pérez y Javier Benítez Láinez.
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Alfonso Salazar:

RECUERDO DE JAVIER EGEA. LOS TRAPECISTAS SOLOS, 3

Recuerdo a Javier Egea en la barra del Bar Bernardo, en la perpendicular de su calle del Zaidín -cuando el Bernardo estaba allí y era la más famosa peña ciclista del barrio-, ya pontificando a los parroquianos, tomándonos una caña, preguntándonos por qué se corría el Tour si se sabía que ganaría Induráin, o elogiando la cabeza alopécica de Dertiycia, aquel delantero del Cádiz que solía marcar en el último minuto del último partido de Liga para salvar al equipo del descenso. Éramos del Cádiz y de Cádiz.

Solíamos a veces abandonar el Bar Bernardo y adentrarnos en el barrio, en un delicioso via crucis por lo más granado de las tabernas. Allí lo mismo me aficionaba a Las Habitaciones de Louis Aragon o analizábamos un corto de Chaplin, que me contaba –como sólo él sabía hacerlo- el repertorio de las mejores anécdotas de sus estancias, de las que hacía tiempo ya, en el Hospital de la Virgen, el único manicomio de la ciudad, donde por entonces se revolvían personas con peculiaridades síquicas y simples alcohólicos. Allí era donde la perplejidad le asaltaba cuando veía a una de las internas fregar los suelos, pero hacia delante. O donde se interrumpía el almuerzo a albondigazos. Allí, donde el café que algún residente traía del bar frente al manicomio distinguía definitvamente a los locos de los alcohólicos. Él cometió la ingenuidad de pedirlo solo. Hasta que se enteró de que había que pedirlo cortado, pues se cortaba con coñac. Y allí fue donde cometió su mayor hazaña, cuando fue ingresado un técnico electrónico, y Javier lo convenció de visitar a uno de los internos, que tenía una radio antigua en su habitación por la que decía oír voces misteriosas y arengas de Queipo de Llano. Hasta la habitación llevó Javier a una patulea de locos para ver el milagro de la electrónica. Por algún motivo debieron ingresar al técnico, indiscutiblemente, cuando al meter mano con el destornillador al aparato éste empezó a echar chispas y estando a pique de incendiarse, comenzó a gritar el dueño de la radio ¡Funciona!, ¡Funciona!, ¡Funciona!

En la barra sw La Tertulia le serví muchos cortados –pero de descafeinado y cortado con leche. Sólo leche-. Y él me sirvió muchas lecciones. Si le acompañaba Enrique Vázquez, las lecciones se convertían en magistrales y me explicaban, yo en mis veinte años, que para deconstruir Las Meninas como hizo Picasso, era preciso primero saber pintar Las Meninas como lo hizo Velázquez. Y que me lo aplicase a la poesía, sin falta.

En La Tertulia ya no están ni Enrique, ni él. Como tampoco están María José, ni Esteban. Se cumple así una selección natural al revés, que termina por dejar aquí a los que no son mejores.

Una tarde de noviembre, hace hoy exactamente quince años, nos fuimos al Auditorio, para escuchar a Victoria de los Ángeles cantar las Siete Canciones Españolas de Manuel de Falla y las Canciones Negras de Montsalvatge. Las de Montsalvatge eran las que nos interesaban, con aquella Cuba dentro de un piano de Alberti: Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombrero/y el humo de los barcos aun era humo de habanero… A la salida nos encontramos con Ana Munaín (que también se nos fue). Ella quería conocerlo y él estaba interesado por aquella chica de rasgos orientales pero con acento vasco. Es sabido que Javier padecía de curiosidad infinita. Los tres rondamos la noche por el barrio del Realejo. Conversamos varios bares y Ana nos dejó a la deriva de madrugada. A las tantas apareceríamos por aquella puerta del fondo. Y cerraríamos el bar. Y aquí, en vez de contarme otra vez cómo aquella radio dio por fin el discurso encendido de Queipo de Llano, me dijo que el sentido de su vida, que su mundo, era escribir. Y que hacía tiempo que eso no sucedía. Y al final me preguntó si yo era capaz de distinguir entre el mundo y la vida. Y me lo sigo preguntando.
La Tertulia. 20 de noviembre 2009

CUBA DENTRO DE UN PIANO. RAFAEL ALBERTI

Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombrero
y el humo de los barcos aun era humo de habanero.
Mulata vuelta bajera.
Cádiz se adormecía entre fandangos y habaneras
y un lorito al piano quería hacer de tenor.
Dime dónde está la flor que el hombre tanto venera.
Mi tío Antonio volvía con su aire de insurrecto.
La Cabaña y el Príncipe sonaban por los patios del Puerto.
(Ya no brilla la Perla azul del mar de las Antillas.
Ya se apagó, se nos ha muerto).
Me encontré con la bella Trinidad.
Cuba se había perdido y ahora era verdad.
Era verdad, no era mentira.
Un cañonero huido llegó cantándolo en guajiras.
La Habana ya se perdió. Tuvo la culpa el dinero...
Calló, cayó el cañonero.
Pero después, pero ¡ah! después...
fue cuando al SÍ lo hicieron YES.

LES CHAMBRES, 4. LOUIS ARAGON

Aquel día en que te había perdido y hablo
De algún otro lugar que es otro lugar siempre algún otro lugar decir otro lugar
como grita ay una desbandada
de codornices

Digo otro lugar cada tres palabras No lo habréis observado
Por cualquier cosa bajo insolentes pretextos de asonancia
El pregón del sillero por la calle o
En mí En otro lugar está en mí me pierdo en él Sería necesario
Reagrupar todos esos ruidos de mí mismo esas
Misteriosas palabras tachadas tiznadas ahogadas en un cuaderno
Por ejemplo o bien hojas en un cajón que se encontrarán
quién sabe
Yo muerto o vivo incluso desdibujado poco a poco manchado despedazado
por las arrugas para
Notificar a la carne que nada cuenta o más aún
este hombre
Aún
Una tachadura
Todo lo que habré dicho inacabado esos comienzos esos
relámpagos vistos
Qué tenía en la cabeza que
se desvaneció
Aquel día en que había perdido

Y el recuerdo vuelve con tanta violencia
En mitad de la noche un sueño No nada de un sueño
La evidencia de que uno se levanta
En mitad de la noche por las habitaciones en sombra
Espesa en que los muebles ya no están en su lugar jamás
Nunca en su lugar
Siguiendo una luz oscuramente oscura hasta
Este lugar de escribir y los lápices esparcidos esas cosas de tinta y
de espanto
Y el papel apresuradamente sucio arrugado tirado a la papelera
Ah qué hemos qué he hecho de nosotros la palabra nosotros
en mi boca de rodillas

Aquel día en que te había perdido

Busco a ciegas ese laberinto de horas ese infierno
Tranquilo un día de sol me parece y no es
Seguro no es nada seguro no sé ya casi nada de esta noche anterior
Por la mañana palpo una mañana gris en ese gran cielo de vidrio
Al final de los finales había dormido solo cedido solo al sueño
Una mañana gris en el taller devastado de ti


Objetos
Estúpidos el armario abierto
No existe la
Más pequeña
razón para cerrar el armario
Una cosa
caída

Aquella noche en que te había perdido

Cuándo se levantó aquel día por qué se
Levantó veo
la habitación enorme y vacía donde todo
Está disperso de ti desgarrado de ti devastado Me he
Sentado como una ruina en el confín del mundo
A la que jamás le será dada respuesta
En los escalones acurrucado en los escalones de mí mismo
No ver más el desván la cama reventada las sábanas
Colgantes

Pero cómo por dónde se levantó por dónde se levantó aquel día
Brumoso y gris desierto mudo aquel día ciego y vacío

Pero cómo se alzó de mí sobre mí aquel día sin día inmenso y blanco
Aquel día sin más palabra que el ruido ínfimo en la puerta donde
alguien deposita
Una botella de leche abro arranco esa puerta
Arranco esa puerta de sus goznes
Ya no hay nadie Pasos en la escalera Nadie más
Que una botella de leche

Aquel día en que te había perdido


Todo un día ante mí su puerta abierta donde nadie lee
el destino
Todo un día de mil y mil detalles olvidados
inolvidablemente
Todo un día que comienza desde su herida y yo ignoraré
siempre
Si tuve frío si tuve hambre si tuve pena si

Ah moverse por qué moverse cambiar de lugar irse
descender al fondo del agujero es qué tengo
Necesidad de moverme de mirar la botella y el desorden
Durante todo un día y cómo el cielo ha osado cambiar
No sé siquiera si es aquí o es allá dónde ha cambiado el gris menos
gris un verdadero
Insulto y todos los gestos maquinales maquinalmente hechos
Había sol en otro barrio de la ciudad
Fantásticamente vacía nunca se sabe cuánto una ciudad puede
Estar vacía
Y sin palabras No hubiera
Creído jamás a París capaz de esto
Capaz de aquel día

Aquel día en que te había perdido

Aquel día aquel día
No era yo más que un hombre de basura
Un ser tirado como una lata vacía un
Desperdicio la corteza
Nauseabunda de un melón e incluso los ruidos
Eran para mí el silencio
Reinaba sobre París
Aquel silencio de ti
Ese extraño silencio interior en el que los
Transeúntes tienen aires de peces sordos
Nadie
No hay nadie en sitio alguno
más que unos pasos por la mantequilla

Por qué es mejor aquí que allá por qué partir
por qué quedarse
Llevo un buen rato mirando al barrendero al
Barrendero en la calle
Campagne-Première
El baile en otro lugar
Habíamos hecho la guerra juntos
La primera

Nada hay tan singular como un barrendero Conocer
A un barrendero Quién habla
Al barrendero Quién se para con él
Diciendo palabras de hombre al barrendero
Quién le cuenta
al barrendero
cómo llovía
En mil cuatrocientos quince el día de Azincourt
Quién soñaría en contarle la muerte de Patroclo entre
lágrimas
Los periódicos corren por la cuneta a lo largo de la acera
Tampoco al barrendero le conté mi pena
Era un día como cualquier otro un día sin pájaros

Aquel día aquel día agujereado en que te había perdido


(trad. a.s.)

RARO DE LUNA. JAVIER EGEA

I
Il y a des gens quelque part qui n´en peuvent plus de silence
(Hay en algún lugar personas que no soportan ya el silencio)
Louis Aragon


Allí
donde las islas
donde floten los párpados aquellos
las negras islas
las definitivas arenas secretas allí
cuando se agota el brillo de los abordajes
allí mientras llaman las sirenas últimas
pequeña perla negra
donde las islas negras
allí
donde quizá los cofres aquellos entonces entrevistos

No No era este el lugar
Para ti siempre quise
avenidas sin látigo
plazas sin gentes pálidas que se desploman
chapoteando caen mientras que sangran y por siempre caen
del verdín de las gárgolas y de las cicatrices
sobre reinos vastísimos de laberintos y de topos
caen
Quizá fuera posible
quizá pensé que al menos esa lluvia de los ojos de patio
algún día tomar las islas negras a embestidas
para tu cuerpo
para las cruces en el mapa de fuego

No No era este el lugar
ni su aventura alquilada
definitivamente para ti

Pero oigo las andanadas secas contra muros y sueños
todo enmudece frente a las altas sienes sin alba
todos los brazos cierran sus mundos presentidos
en el punto de mira de la noche tirita su silencio
y mis ojos ahora perdidos
-ropa olvidada en perchas ya sin luna-
entre los siete por siete metros de estampida
buscan tus otros ojos perdidos
tus otros bosques sin galope

Al entrar
siete por siete pozos por siete olas por siete labios despoblados
y a las charnelas
a su desvencijado saludo
respondo siempre habito este palacio
por los reinos del frío del frío
voy a las grutas del 2.º B
nadie con esa llave
nadie con esos ojos al entrar
siete por siete mares por siete soledades

¿Cómo contar ahora que la muerte se llama 2.º B
cómo decir 2.º B sin abismarse
por la tiniebla de porteros eléctricos y solos
cómo decir a nadie yo soy el enamorado del 2.º B
quién saca la basura del 2.º B
dónde se prende la luz del 2.º B
cómo vivir
cuando su nombre pálido te cerca?

Hay noches que no ofrecen
sino palomas ciegas en sus escaparates
Hay en algún lugar personas que no soportan ya el silencio

Soledades al filo de la pólvora
soledades que tienen chaqueta en su respaldo
soledades con banqueros al fondo
soledades de las torres
las desmoronadas torres
soledades canallas bogando las venas y los albañales


No No era este el lugar ningún lugar nunca más un lugar



II

Il y aura une pelle au vent dans les sables du rêve
(Siempre habrá una pala al viento en los arenales del sueño)
André Breton



Entre tanto
quién por los peldaños con la baba de dudosas luciérnagas
quién en el rellano de las adormideras
quién entre tanto quién en los altos fosos perdido

Perdido en los pasillos del chamarilero
que compra las arañas plateadas
y golpea los vientres y disfraza las llaves
y pone tachaduras en el destino de los embalajes
frágiles
mientras al fondo pájaros
pájaros angustiados entre la miserable caravana de espejos
inquietan los recodos
los anaqueles con el brillo negro de los zapatos familiares
Todo
todas las mariposas ante la encrucijada de terciopelo
Cámaras
agazapadas cámaras
y los mínimos ojos disecados

He aquí que me citan con el tambor y la melena
aquí me arrojan contra las redes azules y soñadas donde nadie
he aquí el horizonte de alfileres
Abro:
las camisas tendidas dan al valle
Al valle donde al fin
el trapecista mira las lluvias estancadas
mira el rizo la vela la sombra de ortigas
al fin desde la fiebre que tendieron las lunas de pechos urgentes
mira desnudo al fin en las faldas del lago
las más verdes ortigas del verdinegro lago

Entre tanto
el ahogado cruza las teclas negras del pianíssimo
el trapecista solo sin ruiseñores ciegos
los trapecistas solos sobre la pasarela
contrastan con el sueño
tres saltos y una muerte
que resbala
resbala
resbala

Entre tanto baldíos
el ahogado que besa sus estrellas ahogadas
los ahogados que fueron a cegar ese valle
con siglos y violetas en sus pómulos fueron
a cegar esos ojos de los valles baldíos

III



Ses yeux sont dans un mur
et son visage est leer lourde parure.
Un mensonge de plus de jour,
une nuit de plus, il ný a pas d´aveugles…
(Sus ojos están en un pared
y su rostro es un pesado adorno.
Una mentira más del día,
una noche más, ya no hay ciegos…)
Paul Eluard



Algo se desvanece
alguien sitiado por las profundas iniciales
por las altas soberbias lobas contar la nieve del decreto
alguien de cualquier obra menos de paraíso
con los brazos marcados por agujas de oro alguien se desvanece

Desmoronadas
a sombra húmeda que parpadea
al filo de la esquina con sus cuervos alineados
antes de los disparos
desde las inscripciones sorprendidas en vela
en la forzada vela
desplegadas sobre el muestrario de todos los vacíos
despintadas de rosas de ocres de timbres del pozo
desvanecidas
huelen a paramera
a camisa quebrada en el escombro
a sombra húmeda que parpadea

No No era este lugar

Entre las alambradas esa orden oscura
despereza los brazos y las uñas manchadas de erizos
abre para la muerte las cabinas que siempre trepidan
gira sus brazos gira contra las soledades
en cada ojo clava los desolados crímenes de la estrella

No No hay ventanas enfrente
ni cabelleras sueltas en los hombros de enfrente

Miedo de la ceniza acostumbrada
miedo de tanto raso con las alas inmóviles
miedo de las centenas y de los labios y de los miles
miedo que sabe a gruta cegada por los sapos
miedo de sus aceras y de sus párpados y de sus réditos

No Para nadie lo quise
Sólo un guante vacío
Sólo las aduanas y la lluvia con las firmas en blanco

No No era este el lugar

Pero búscame allí
pequeña perla negra anticipada perla
por las gavias de las naves secretas suéñame allí
allí mientras destiñen los tatuajes últimos
ven con las águilas mensajeras en tromba
ven a las islas ven a mis ojos ven esperada
en este allí rescátame de todas las sentinas.

(Raro de Luna, Javier Egea, Hiperión, 1990)

jueves, 19 de noviembre de 2009

MÁXIMA DE SANTACANA

Un lector ante su público:

"No leo rápido, oís lento"

lunes, 16 de noviembre de 2009

jueves, 5 de noviembre de 2009

EN EL DESPACHO DEL SR. CALDERS


O será que el mercado nos fue tragando
con sus comadres y su algarabía,
que no supimos vernos ni hablarnos
entre anuncios de sopas luminosas,
promesas y altavoces
pregonando los últimos saldos
de la felicidad.

Javier Egea


Jenaro Cendoya salió otra mañana fría a la calle. Contó las monedas de su bolsillo, calculó el contenido de la billetera y midió hasta dónde el ahogo de la mañana tenía que ver con sus dos preocupaciones fundamentales, las que aguardaban en su fondo como un mal sueño: el pago del alquiler y la letra del coche, con vencimiento el treinta del presente. La cena fría de anoche era el síntoma definitivo de este final empinado de mes. Repasó sus notas de venta. Con fecha de veintiocho no cumplía, ni de chiripa, los objetivos mínimos exigidos. Pensaba aún en rebuscarle algún aspecto favorable a su suerte. Podía consolarse de no considerarse un mendigo, como lo terminó siendo su padre, borracho por las esquinas, con orín en el pantalón, desasistido, de no ser por la mano de Jenaro que buscó el asilo; o no ser el manco de la esquina que pasa frío en la venta glacial de cupones minusválidos; no estar tirado junto a la vieja del portón de la iglesia, que acompañó a la figura paterna en el deambular oscuro de los callejones; no vender ramitos de flores en papel celofán, pañuelos de un solo uso, cajas de cerillas en los mercados, mecheros por las mesas de las terrazas. Pero él vendía algo casi peor, de tratos directos, más cara a cara, de despacho en despacho. Vendía con corbata y maletín, disfrazado, sin el ruego directo del picado de los clínex; vendía sibilinamente, en el juego enfrentado de cliente y vendedor, como una historia de ansia y odio, de víctima, captura y conquista.

Abrió el dietario por la hoja de hoy, se ajustó la corbata, pidió cafeconleche y mediatostada -sólo media, solamente- pensó en el presupuesto menguante y se le antojó inútil ese gasto de desayuno; pero la alacena de casa vacía, el estómago encogido, el agotamiento de las diez que cruje en las tripas, realzaron el consumo y se permitió el lujo con disfrute, a pesar de las letras clavadas en el cogote.

Revisó de nuevo las monedas y eliminó la compra del periódico de las cuentas de hoy. Visitas de la agenda: un papel con membrete de la empresa reseñaba cuatro direcciones. Imaginó los trayectos en un plano de la ciudad y su cinturón industrial, un trayecto con línea de gasolina, un contador de litros en el cerebro y la desaparición de los billetes desde el bolsillo pobre de Jenaro Cendoya al mono del gasolinero, truco de magia,.

DIEZ DE LA MAÑANA, VISITA EQUIPAMIENTOS CARONTE S.A., PROPUESTA DE OFERTA. OJO, COMISIÓN AL CINCUENTA. PREGUNTAR SR CALDERS, CALLE 32 A, POLÍGONO INDUSTRIAL LA FOGATA.

La calle era más fría desde el coche impagado, el calor de la tapicería justificaba el valor de la letra del día treinta, y merecía más la pena el esfuerzo, la visita al señor Calders y Caronte S.A. El polígono en su lejanía era una ciudad de iguales naves, fantasmagórica en la neblina, descolorida en los enormes dibujos y anagramas comerciales que reclamaban atención.

Caronte S.A. en la calle 32 A tenía la puerta metálica de las oficinas entreabierta. Cendoya limpió sus zapatos de barro, miró el retrovisor del coche como si lo abrazase y prometió luchar por él y hacerlo suyo a fin de mes, con la ayuda bendita de Calders y la oferta del membrete. La oficina ardía de tanta calefacción. Se presentó a la secretaria con tarjeta de la empresa y sonrisa ancha de retrovisor.

-...y espere un momento- terminó la secretaria.

Cendoya se sentó y ojeaba las revistas mustias, los saldos de la felicidad en aquél papel perdido en el corazón de un polígono industrial: coches a bajo precio, periódicos gratuitos de compraventa, ya puede usted vivir en el centro por un precio módico, apartamentos dos habitaciones piscina-jardín, adosados, los más baratos, con menor entrada y llave en mano. Reluciente mentira de su vida cruel en una nómina sometida a comisión.

- ...le espera -sólo oyó el final de la frase, Cendoya.

- ...Jenaro Cendoya -dijo en el umbral del despacho de Calders. Lucio Calders brillaba encorsetado en traje cruzado granate y corbata gris tras la mesa vacía del fondo.

- ...dirá -concluyó Calders.

Resuelto presentó su oferta, espoleado por el 50%, elogiando su producto, ultimada ya la técnica, tecnología punta, ya sabe usted, como siempre… y quedará usted contento. Todo un abanico de productos, por arte de birlibirloque, salieron del maletín, y en el catálogo, mire usted, aquí por ejemplo, nuestra joya, y el precio, asómbrese.

Jenaro Cendoya dejó el alma última sobre la mesa. La suya propia. Si Calders no comparaba ésa, la letra sería lapidaria, el alquiler imposible y vendería pañuelos en el portón de San Judas, amancebado con la vieja.

- ...tal de precio? -preguntó Calders señalando el alma blanquecina de Cendoya.

- ...más IVA -dijo temeroso Cendoya.

Y abandonó el polígono con la letra resuelta y el alquiler en paz.
(Diciembre 1996)