martes, 25 de noviembre de 2008

NOCTURNO, DE LUIS GARCÍA MONTERO

Aplauden los semáforos más libres de la noche,
mientras cruzan cien motos y los frenos del coche
trabajan sin enfado. Es la noche más plena.
Ninguna cosa viva merece su condena.
¿Corazones o lobos? De pronto se ilumina
en el sillín con prisas la línea femenina
de un muslo. Las aceras, sin discrección ninguna,
persiguen ese muslo más blanco que la luna.
Pasan mil diez parejas derechas a la cama
para pagar el plazo de la primera llama
y firmar en las sábanas los consorcios más bellos.
Ellas van apoyadas en los hombros de ellos.
Una federación de extraños personajes,
minifaldas de cuero, chaquetas con herrajes,
y el hablador sonámbulo que va consigo mismo,
la sombra solitaria volviendo del abismo
Luces almacenadas que brotan de los bares
como hiedras contratan las perpendiculares
fachadas de cristal. Hay letreros que guiñan,
altovoces histéricos y cuerpos que se apiñan.
El día es impensable, no tiene voz ni voto
mientras tiemble en la calle el faro de una moto,
la carcajada blanca, los besos, la melena,
que el viento negro mueve, esparce y desordena.
Yo voy pensando en ti, buscando las palabras.
Llego a tu casa, llamo, te pido que me abras.
La ciudad de las cuatro tiene pasos de alcohólica.
Desde el balcón la veo y como tú, bucólica
geometría perfecta, se desnuda conmigo.
Agradezco tu vida, me acerco, te lo digo
y abrazados seguimos cuando un alba rayada
se desploma en la espalda violeta de Granada

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